El Istmo de las fauces: las mujeres no callan más

Por Romina Araceli Burgos

En la última puesta de la dramaturga y directora Marian Komiseroff, comienza el velorio de un pasado que aún se resigna a morir.

Untitled

El Istmo de las fauces es un anillo de músculo blando que se extiende alrededor de la garganta. Recibe y expulsa como una vagina. Hay tres cuerpos sobre el escenario; dos mujeres que velan un muerto tácito, una tercera cubierta con una máscara roja que impide identificar su rostro.  

Una enorme sala las rodea. Sobre el fondo se proyectan imágenes que acompañan los juegos contradictorios que estas mujeres van haciendo a lo largo de la obra.  Cuentan sus historias, exploran su cuerpo, se observan, se preguntan y cuestionan. Mientras, la tercera, de rostro cubierto, interviene en el espacio con diversos objetos que hacen de la escena un mundo de simbolismos. El debate en el escenario es firma y las mujeres siguen preguntándose: “¿comer o no comer?, ¿tragar o no tragar?, ¿decir o no decir?”.

Las dos mujeres que hablan se encuentran vestidas de negro. Para quienes concurren al teatro y manejan el código, se asume que la vestimenta negra otorga neutralidad a un cuerpo. Es decir que, así como para el pintor el lienzo blanco puede ser un punto de partida, para el universo del teatro, ese color es el negro. Sobre él se pueden trazar colores, matices, enfatizar emociones y profundizarlas en el cuerpo. La directora supo aprovechar muy bien este recurso recubriendo a las actrices por tules, que unían como sogas o ataduras a las mujeres. Otros materiales forman parte de la escena, sin embargo, lo impactante de este espectáculo es lo que las mujeres realizan con su cuerpo, con sus gestos y su voz.

«La obra está relacionada a la garganta, y a su vez la garganta se la relaciona con tragar, vomitar. Tiene que ver con decir. La asociamos a los mandatos sociales como a comer como castigo cuando sos niño, o a no comer cuando sos grande para adelgazar y cumplir el mandato de la belleza hegemónica. Las cosas que las mujeres podemos o no decir no son las mismas de acuerdo al género. Hay un montón de mandatos asociados a la biología. Me interesaba hablar de la garganta como la similitud con la vagina justamente porque los mandatos están asociados a la biología. Si naces con pene o con vagina no tenés los mismos mandatos», cuenta Mariana Komiseroff, la directora de la puesta.

Es una obra muy impactante que utiliza los recursos escénicos para plasmar un mensaje claro, pero con la increíble capacidad de generar, al mismo tiempo, una interpretación particular para cada espectador, a través de imágenes explícitas. La proyección de una imagen del músculo Istmo de fauces, ubicado en la garganta, abre el paso a un silencio sepulcral en la sala, como si la garganta, ya no pudiera ni gritar ni tragar.

Mientras la obra avanza, la figura del ataúd abierto cobra cada vez más sentido. No hay cuerpo en él, pero tampoco está vacío. Sólo está esa presencia de un tercer cuerpo, de rostro cubierto que no termina de entrar, que no termina de salir. La directora finalmente menciona lo siguiente: «Es un muerto tácito que no está del todo muerto, que revive pero que ya lo empezamos a velar. El muerto es el patriarcado. Lo pensé en este contexto, pero cada espectador se lleve su propia interpretación».

Al finalizar la obra, con la imagen del Congreso de la Nación sobre fondo, la luz tenue comienza a esfumarse, pero los cuerpos de estas tres mujeres proyectan historia al levantar sus brazos y pañuelos para alzarlos en una multitudinaria marcha.

Ficha técnica

Elenco: Andrea De Brasi, Florencia Groppo.

Dirección y dramaturgia: Mariana Komiseroff.

*Mañana a las 21 en Teatro Calibán, México 1428, CABA.

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